Autor: Armando Fuentes "Catón"
Sucede que un rústico labriego le preguntó a Bías, sabio maestro de la Grecia antigua cuánto le cobraría por educar a su hijo. El filósofo le hizo saber el costo de la educación.
- Por ese precio - refunfuñó el campesino - puedo comprar un asno.
- Cómprelo - le contestó Bías - así tendrá dos.
La palabra "Educar" es muy hermosa. Significa algo así como conducir hacia afuera. Vale decir, sacar a alguien de sí mismo para ponerlo en contacto con el mundo. Tarea es esa que no termina nunca.
Pepito fué a la escuela por primera vez. A su regreso su mamá le preguntó qué había aprendido ese dia.
- Parece que no mucho - replicó el chiquillo -. Mañana tengo que volver de nuevo.
Yo fuí maestro durante 40 años - en el aula frente a grupo, no marchista ni comisionado -, y puedo decir que la tarea de enseñar es muy hermosa. El educador tiene un privilegio que ninguna otra profesión disfruta: tocar el futuro. Sus palabras y su ejemplo quedan.
El otro día fui a comer a un restorán, y tuve que hacer una visita al pipisrúm. Un hombre joven que estaba ahi haciendo lo mismo que iba a hacer yo volvió el rostro hacia mí, me miró fijamente y luego me dijo estas palabras: - El corazón tiene razones que la razón no conoce.
Confieso que me inquieté bastante. Sin darme cuenta eché una nerviosa mirada hacia la puerta para buscar una salida rápida en caso necesario. Nunca se sabe lo que puede pasar en el pipisrúm de restorán. De inmediato el hombre joven me sacó de mi inquietud.
- Usted fue mi maestro en la preparatoria - me dijo -, y nos enseñó esa frase de Pascal. No la he olvidado.
Suspiré con alivio, y ya no retuve lo que por precaución había retenido.
Educar es un arte. Un arte de amor. Solo puede educar quien ama a sus alumnos y ama también la materia que enseña. Educar no consiste en transmitir conocimientos: consiste en contagiar entusiasmos.
Hay una forma de educar - de educarnos - mejor que cualquier otra. Ninguna universidad del mundo puede enseñarnos lo que por nosotros mismos podemos aprender con un rato de buena lectura cada día. En mis conferencias a jóvenes les digo que voy a darles el secreto para triunfar como estudiantes y como profesionistas.
Mi receta del triunfo - añado con tono misterioso - no está en un libro, ni en una frase larga, o corta: está en una sola palabra, y es una palabra pequeñita.
- Si quieres tener éxito en tu vida de estudiante, y después como profesionista; si quieres ser un hombre o una mujer mejor que los demás, y no sentirte solo nunca... lee.
- Tan buena es esa fórmula - concluyo - que me la copió una marca de pantalón.
En mi biblioteca tengo dos letreros. Uno dice: "No presto libros. Esta biblioteca está hecha con libros que me han prestado a mí". La segunda frase es de Vicente Espinel, un glorioso español del Siglo de Oro. Dice: "Los libros hacen libre a quien los quiere bién".
Los norteamericanos más prácticos, tienen otro dicho: "Readeres are leaders". Los que leen son los que dirigen.
Papá se puede educar leyendo, y así dará buen ejemplo a sus hijos, que leerán también. Los libros son buenos amigos - silenciosos, por eso son tan buenos - que nos educan.
Aprovechemos los modernos artilugios de nuestra época, tan útiles y necesarios, pero no olvidemos que solo en los libros está la plenitud del hombre. Solo en ellos podemos fincar una verdadera educación.
Julio 2013
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