Tu negocio no es tu caja chica.
Si usas los ingresos de tu negocio para tener el último smartphone, tener auto del año, la pantalla más grande del mercado o cualquier otra banalidad para impresionar a tus amigos, familia o vecinos, ten mucho cuidado.
No es que tenga algo de malo tener todas esas cosas, no es que sea inalcanzable o un pecado.
Todos queremos más dinero.
Por alguna razón creemos que el dinero nos dará la solución a todos los problemas que tenemos. Creemos que al poseer cierta cantidad de dinero en nuestra cuenta por fin podremos ser felices, comprar lo que queramos y hacer lo que nos venga en gana.
El dinero solo resuelve aquellos problemas que tienen que ver con el dinero.
Cierto, no son pocos.
Pero tampoco lo son todos ni los más importantes.
Más dinero no va a resolver tu capacidad o incapacidad para tener una relación sana con tu pareja. Más dinero tampoco te va a acercar profundamente con tus hijos. Tener más dinero en tu cuenta tampoco te garantiza tener salud, ni tener mejores amigos de verdad.
Podemos comprar muchas cosas. Cosas bonitas. Cosas que nos hacen ver más atractivos, deseables y poderosos ante nuestros vecinos, amigos o familia.
Verás, cuando buscas comprar todas estas cosas para impresionar a los demás o para sentirte exitoso, estás jugando el juego del estatus.
El juego del estatus es una partida de estrategia donde las reglas las pone alguien más y tú solo las vas siguiendo. Pura presión social. El auto nuevo, la mejor casa, el último smartphone, los mejores colegios, el asador más grande y raro.
Por supuesto, no hay nada malo en tener todo lo anterior. Pero hagamos un ejercicio. Supongamos que visitamos el supermercado y compramos un dulce para disfrutar camino a casa. $10 - $15 quizá. Si gastas $10 - $15 ¿Tus finanzas se sacudirán? ¿tienes que hacer cálculos mentales para saber si llegarás a fin de mes? ¿tienes que planear tu situación financiera?
Lo más probable es que ni siquiera te importe.
Pero digamos que quieres comprar un auto nuevo. Refrigeración, Apple CarPlay, computadora de viaje, mil bolsas de aire, seguridad máxima y marca europea. $400,000 - $650,000 en promedio. Si tienes que plantearte tus finanzas, organizar, hacer cálculos mentales, pedir un crédito y pagar mensualidades; no te lo puedes permitir.
No importa si tienes un salario o un negocio. O si tienes ambos. Si tienes que pasar por el proceso anterior para poder hacerte de ese bien tan apreciado; no te lo puedes permitir. No te alcanza.
El juego del estatus se alimenta del crédito. Hacer rico a alguien más para que tú puedas cumplir tus caprichos. El juego del estatus no se gana con un auto modesto, económico y confiable. Se gana con el auto exótico, de servicios, refacciones y partes más caras.
El juego del estatus es cortoplacista y se sostiene con la deuda.
Por otro lado, tenemos al juego de la riqueza verdadera.
La riqueza verdadera es, por ejemplo, pasar la mañana con tu familia sin afectar tu trabajo. Y hacerlo también el día siguiente. O cuando quieras. La riqueza verdadera es que el techo en el que duermes no te quite el sueño y que si enfermas tendrás la mejor atención médica posible.
¿Sabías que un seguro de gastos médicos cuesta menos (al año) que una smart TV? Pero por alguna razón preferimos la smart TV, como si nunca fuéramos a enfermar.
El que juega al estatus tiene su TV. Se enferma y todo el día mira esa TV hasta que se recupera o muere. El que juega a la riqueza verdadera, recibe la mejor atención en los mejores hospitales, con los mejores especialistas. Por cierto, esos hospitales tienen esas TV. Solo digo.
El juego de la riqueza verdadera solo se gana en el largo plazo. Si entras a este juego, lo que sea que quieras está al menos a un año de distancia.
Es un juego que se gana con paciencia e inteligencia.
No necesitas tener un millón en tu cuenta de banco, es más ni siquiera necesitas tener $1,000 para jugar el juego de la riqueza verdadera.
Podemos saber en que juego estás, si tan solo observamos las decisiones que estás tomando.
Muy importante: puedes tener un salario y estar jugando a la riqueza verdadera, o puedes tener un negocio y jugar el juego del estatus. No hay distinción.
Se trata de las decisiones.
Entonces ¿Para qué quiero el dinero?
Hay una película que se llama "The Gambler" (2011), o "El Apostador". Trata sobre un tipo que tiene problemas de ludopatía. No sabía cuando detenerse en sus apuestas. Su ambición no era ganar mucho dinero, de hecho, no lo necesitaba realmente. Estaba dominado por su adicción a apostar.
En una ocasión estuvo con varios millones a su favor. Todo lo que tenía que hacer era retirarse de la mesa. No lo hizo, apostó todo y perdió.
Le cuenta esto a su tío rico (un político influyente) y lo hace enojar de verdad. Es cuando viene el regaño para el apostador. Dice más o menos así:
"Tomas esos dos millones y medio, te compras una casa y tienes techo por 25 años. Te compras un auto barato japonés, indestructible. Pones el resto a invertir con rendimientos para pagar tus impuestos y esa tu base. Tu fortaleza. Eso te pone por el resto de tu vida en la posición de "Fuck you". ¿Alguien te quiere hacer algo? Fuck you. Tu jefe te molesta. Fuck you. Se dueño de tu casa, ten unos ahorros en el banco. No bebas. Es todo lo que le tengo que decir a cualquiera en cualquier nivel social."
Queremos el dinero para poder ser libres.
No solo para tenerlo ahí guardado. Lo queremos para hacer todas las cosas que se pueden hacer con él y que además concuerdan con nuestros valores.
Familia, trabajo, seguridad, crecimiento, riqueza que sobreviva generaciones, aportes al mundo.
El juego del estatus no lo gana nadie.
El juego de la riqueza verdadera deja un legado.
¿A qué has estado jugando?
Sobre la libertad:
Cuando todos los hombres por fin sean libres, no quedará ni uno solo para comprobarlo.
Por:
Eduardo Aqui